La frivolidad triunfa, impera el desentenderse. Aquí es un viva la Goya (la “argoya”; todavía están en eso), cuando les bastaría mirar un cuadro —fusilamiento de (Goya) para entender —perdón: comprender— que en los barcos de la Royal Navy no “acampa” Shakespeare sino Leopold Galtieri and wife, Mrs. Galtier née Thatcher. Es un matrimonio, un topetazo en Espejo —pero éste resistirá— calcado del encuentro “oceánico” de Gombrowicz con Gombrowicz al final de su exilio argentino: lo narra en el fragmento de su Diario publicado por Sudamericana. En fin, Trasatlántico: en fin, aquí las cosas están tan borregas desde el punto de vista de un pensamiento, que hasta yo razono mal(vino). “Kelpers del mundo, uníos”, ¡vale!, ¡olé!; son “goyegos”.
Pero no es un matrimonio, no es un topacio, un topetazo en espejo (salvo por el lado del devenir-loco de Alicia); es, con rima, las dos cosas a la ¿ves? —un casamiento hegeliano (abolición del amor por el estruendo de las bodas campanas, una bad-síntesis, bah-síntesis, bah, las únicas que existen: pero lo que ocurre es que son las únicas, y existen; y tampoco una “una elección narcisística del objeto” especialmente escandalosa). Es… es el Amor, vicioso como siempre. Es… es la Poesía, “orbicular y perfecta”. Ganarán Jekyll y Hyde, territorializados en el Aleph. La incivil junta argentina (“heredera de la filosofía alemana”), ganará, así como ganará miss, la señorita Thatcher, virgen hasta hace poco, graciosamente virgen hasta que se convirtió en Esposa de Roma y en hija (“hija de su hijo”), en hija dilecta o predilecta de la Iglesia: van rápido, ahora, los trámites notariales, y Dios se ha casado salteándose SALT el paso sartreano del compromiso.
[Carta a César Aira]